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La cocaína, enemiga del corazón y los riñones

La euforia se considera algo positivo en lenguaje coloquial. Alguien eufórico da saltos de alegría y está pletórico. Alcanzar la euforia puede ocurrir por el uso de algunos medicamentos, plantas o drogas, pero también puede ser endógena y venir de motivos emocionales. Estos motivos emocionales pueden ser de dos tipos. O bien por un desequilibrio orgánico-energético (como una Deficiencia de Yin que provoque picos de Yang); o bien por tener la cabeza “mal amueblada” con ideas sobrevaloradas y perspectivas descentradas, que hagan que experimentemos una gran alteración incluso ante eventos irrelevantes (como un equipo de fútbol marque un gol). La euforia está relacionada con una descarga de adrenalina, que a su vez se relaciona con los riñones.

Para la medicina tradicional china, la euforia nunca es positiva. Es una de las Siete Pasiones, que son energías emocionales dañinas bien conocidas. La euforia es la alegría llevada al extremo. Cuando la alegría alcanza tal intensidad y densidad que el sistema ya no puede procesarla correctamente, se convierte en euforia y nos hace daño. La alegría es la emoción del corazón, y también la euforia. Mientras que la alegría sienta bien al corazón, la euforia lo ataca directamente. El ejemplo clásico, medio en broma medio en serio, es el que se pone eufórico viendo un partido de fútbol y sufre un infarto por la emoción de un gol. La adrenalina es, en ocasiones, uno de los factores que desencadenan un infarto.

Cambio de tercio: el miedo. El miedo es una emoción fría y primitiva. Es útil advirtiéndonos de peligros o situaciones que nos perjudican, pero también es una de las Siete Pasiones y hace daño especialmente a los riñones. Cuando experimentamos miedo el cuerpo se pone en “modo combate” liberando adrenalina. Esto provoca una serie de pequeños cambios en la presión arterial, el ritmo cardíaco, la respiración, el estado mental y el rendimiento de los músculos, poniéndonos a punto para huir o pelear.

Y otro cambio: el estrés y el sobreesfuerzo. Hay momentos de la vida en que uno tiene que funcionar al 120% de su capacidad. Trabajar mucho durmiendo poco y comiendo mal, por ejemplo. Teniendo que hacer más de lo que podemos. En esas situaciones en que uno “saca fuerzas de flaqueza”, lo que hacemos es tirar de adrenalina y cortisol para aguantar el ritmo. De nuevo hormonas de las glándulas suprarrenales y los riñones.

¿Qué tienen en común la euforia, el miedo y el sobreesfuerzo? La cocaína, entre otras cosas. La cocaína nos hace sentir, en palabras de una exconsumidora, omnipotentes y sin miedo a nada. Bajo sus efectos creemos que podemos hacer literalmente cualquier cosa. No hay límites. No hay hambre, ni cansancio, ni vergüenza, ni falta de capacidad o habilidad, y desde luego no hay miedo a nada.

Estos cuasi superpoderes que nos da la coca, no salen de la nada. Uno no saca fuerzas “de flaqueza”, sino de su propia energía Jing. Esta energía es la más poderosa y limitada que tenemos. Nacemos con cierta cantidad, y no se puede aumentar ni recuperar. La energía Jing determina cuánto tiempo y en qué condiciones vamos a vivir. La vamos gastando poco a poco en el mero hecho de estar vivos, y gastamos un poco más cuando necesitamos un plus. Como superar una enfermedad, gestar una vida y parir o funcionar al 120%.

La cocaína fuerza una descarga de Jing. Literalmente, cada toma de cocaína acorta el tiempo de vida que nos queda. Esta droga se tomaba en América Central y del Sur cuando había batallas. Es una droga de combate que permite a los guerreros seguir en pie en condiciones extremas y seguir peleando sin comer, sin dormir, con heridas serias. Los mantenía activos y sin miedo. En este contexto, valía la pena tomar cocaína y reducir un poco la esperanza de vida a largo plazo a cambio de seguir vivo a corto plazo. Hacerlo, como lo hacemos ahora, por motivos lúdicos, no es muy inteligente.

El corazón tiene una envoltura llamada pericardio. Es una envoltura física y también energética. Los orientales dicen que a nivel emocional actúa como un filtro, impidiendo que pasen al corazón (entendido esta vez como la consciencia) las emociones demasiado intensas o complicadas. Las drogas tienen la capacidad de agujerear este filtro, haciendo que de repente nos llegue a la mente información que quizá no estábamos en condiciones de asimilar.

Tras la fase eufórica de la cocaína, en palabras de la exconsumidora entrevistada, viene un descenso a los infiernos en el que se experimenta opresión en el pecho y angustia, pero lo peor es la parte psíquica. Si durante la fase eufórica no había miedo ni límites y podíamos con todo, ahora toca volver a la normalidad. Toca descender y volver al miedo, las limitaciones, los defectos y las incapacidades, pero de una manera dolorosamente cruda y descarnada, siendo conscientes de cosas que quizá teníamos guardadas en algún rincón oscuro del ser. Esto puede durar tres o cuatro días.

Cuando hacemos esto, cuando traemos al consciente información que estaba en el inconsciente, si lo hacemos de manera arbitraria y sin estar preparados, el resultado es negativo. El resultado puede ir desde estar “revuelto” unos días a desencadenar una esquizofrenia.

Si consumes, hazte un favor y desengánchate. Dejar la cocaína es posible con ayuda.

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